La pandemia, con el distanciamiento físico requerido para evitar el contagio, trajo cambios, alteraciones en las rutinas de las familias e impactó en la salud mental de sus miembros, especialmente en los niños. ¿Cómo preparar el ingreso a la escuela?
“En esta situación de pandemia se pudo ver que los chicos que tenían patologías previas, agudizaron sus cuadros. Por ejemplo, quienes tenían trastornos alimenticios o autoagresiones y todo lo que tiene que ver con el manejo del miedo o de la angustia. Los más pequeñitos se han vuelto más dependientes a la figura de apego sobre todo donde se han dado situaciones de sobre-información, sabiendo que ellos no tienen la misma capacidad que los adultos de procesar la información. También quienes han tenido pérdidas cercanas, de algún tío, abuelo o un familiar o quienes vivieron de cerca la enfermedad en el hogar”, explicó Carola Alías, profesional en Psicología del Hospital Materno Infantil.
“También observamos cómo se incrementó la exposición a las redes y a las pantallas con mucha intensidad en lo virtual y sobre todo en soledad. Esto también repercutió en los padres o adultos que, por un lado eran facilitadores para que los chicos dispongan de los aparatos electrónicos por las clases o por juegos y todo lo demás, pero esto después se fue convirtiendo en una rutina diaria que comenzó a preocupar. El exceso de pantalla llevó a que los niños cambien los horarios: al no establecerse límites de tiempo, reglados, sabiendo que no tenían que ir a la escuela pero sí hacer tareas, llegaron a pasarse todo el día con las pantallas, apareciendo cuestiones como insomnio, desregulación de los tiempos para dormir y horas de sueño durante el día”, agregó.
“Otra cuestión que se planteó es el incremento de las peleas entre hermanos por tener que compartir todo, sin posibilidad del encuentro con amigos. Al no poder salir, las emociones estuvieron siempre a flor de piel, con actitud muy reactiva. En el caso de los niños que estuvieron solos con sus padres, en ocasiones manifestaron también ansiedad. En ambos casos, sentir que la mirada del adulto estaba todo el tiempo sobre ellos, también resultaba molesto. Entonces, por ejemplo, dormirse tarde se convirtió en un espacio de intimidad. En otros casos donde se han visto solos o no se cuidó mucho el entorno en cuanto a la información recibida, se generó que no puedan procesar algunas cuestiones y que se requiera explicación”.
En ese contexto, la especialista sostuvo que “como adultos, tratamos que la función sea la de contener, de permitir la palabra, de buscar vías para que los más chicos se expresen mientras la escuela es el primer lugar donde ellos pueden hacer lazos sociales, donde están con pares, donde aprenden cosas nuevas que hacen a la socialización y que los adultos no le podemos dar en la casa. Por eso, sufrieron mucho cuando fue avanzando el aislamiento”, añadió.
Frente al próximo retorno a la escuela, Alías destacó que “es muy importante seguir sosteniendo espacios de escucha y de intercambio, poder relacionarse, entender que van a estar ansiosos, expectantes, van estar con muchas fantasías en lo que es el reencuentro con sus compañeros. Sí debemos tener claro para ellos y nosotros mismos como padres que va ser un momento de permanente cambio y que nada es lo que era antes. Los chicos van a volver a clases en otro contexto. Uno mismo va a tener que tomar otras medidas, otros rituales diarios, otra rutina. Debemos tener presente que el miedo, la angustia y la incertidumbre van a estar no solo en los niños sino en los maestros, en los padres, en todos en general”.
Por ello, recomendó “poder flexibilizarnos todos y, si pensamos en lo ideal, sería adecuado que las reglas nuevas y todo lo que se vaya a estipular, sea entre los niños, la escuela y los adultos como algo accesible que se podrá cumplir”.
Finalmente, apuntó que “si bien va a existir el distanciamiento físico hay que poner muchas energías y creatividad en que haya un acercamiento emocional, que es lo que los niños sí necesitan. Ese acercamiento va a depender de las herramientas que ofrezcamos como adultos, apelando a la creatividad, a recursos, a modos nuevos de saludarse por ejemplo. Tal vez, se pone el foco en lo que se perdió o lo que ya no se tiene, pero podemos enfocarnos en lo que sí tenemos”.